lunes, 7 de junio de 2010

Sufrimiento y aspiración al trabajo

Cada uno de los principios del entrenamiento en cinco puntos requiere ser vivido profundamente si se desea hacer brotar de él todo su potencial. El cuarto principio del entrenamiento del aprendiz no escapa a esta imperiosa condición. El aprendiz deberá aprender aquí a reconocer en profundidad el sufrimiento de los seres humanos y la causa de los mismos. El principio básico de este cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos es tan simple como los precedentes, aunque la verdad que evoca convenza menos al hombre. Por otra parte, se puede pensar que esta dificultad esta relacionada con el apego que nos une a los placeres y a las posesiones personales. La potencia de este apego nos impide ver toda la sabiduría y simplicidad de este principio básico del cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos. La práctica del cuarto punto nos exhorta a tomar conciencia del sufrimiento que causa el ego, no solo a nosotros mismos, sino a todos los seres vivos. La verdad esencial de la condición vital egótica es el sufrimiento. Si tomamos realmente conciencia de esta verdad y la aceptamos profundamente, necesariamente encontraremos la fuerza para comprometernos en el camino iniciático que conduce a la muerte interior. De lo contrario, si verdaderamente no hemos percibido clara y vividamente, los sufrimientos relacionados con el funcionamiento de los valores egóticos, nuestra práctica seguirá siendo muy superficial, porque no entrañará una total participación de nuestras fuerzas. Por eso, la meditación sobre el sufrimiento de los seres humanos y sobre el que causamos a los demás es tan importante. Si el prisionero no es consciente de la incomodidad y del sufrimiento de su situación, nunca despertará en él la aspiración a la libertad y al trabajo interior. Progresar del malestar hacia el bienestar no basta y la vía está lejos de resumirse a tal objetivo, que solo conduciría a producir karma, positivo, si; pero un karma al fin y al cabo. Para que el aprendiz pueda convencerse realmente de la verdad del principio del sufrimiento, le será necesario recordar el segundo principio, el de la impermanencia. Ningún bienestar puede ser definitivo, ningún karma positivo podría ser duradero, ningún placer podría satisfacerse permanentemente. En el fondo, el deseo, cuando se confronta al principio de la impermanencia, desemboca necesariamente a la frustración y al sufrimiento. En efecto, somos como un alcohólico que no puede dejar de beber ni cuando está ebrio; nunca estamos plenamente satisfechos por las alegrías y placeres de los que nos beneficiamos, porque estamos apegamos a ellos, a pesar de que la intuición nos señala su impermanencia y de que el miedo nos hace presentir que son efímeros.
Los goces a los que aspiramos no dejan de generar deseos siempre crecientes. De acumulación en acumulación, de apego en apego, el ego solo puede generar sufrimiento, porque apego e impermanencia no hacen buena pareja, acumulación y fluidez se oponen inexorablemente. Tenemos que poner fin a tal situación, pero antes, debemos estar firmemente convencidos de su carácter negativo e inútilmente doloroso. Mientras no hayamos comprendido en profundidad los mecanismos generadores del sufrimiento, no seremos capaces de desarrollar una aspiración real al verdadero trabajo iniciático. No tenemos la menor posibilidad de conservar para siempre los objetos de nuestro goce. Esta fluctuación de una condición a otra es inevitable, porque es la naturaleza misma de la existencia, ninguna riqueza del mundo, ningún placer puede acompañarnos por mucho tiempo; incluso si el mundo o el universo entero nos perteneciera, porque pronto nuestra vida llegará a su fin y tendremos que dejar todo para ir hacia una nueva condición.

Conviene precisar aquí que no son los placeres y las posesiones los que se apuntan. Porque los objetos y las situaciones no son los responsables de nuestro sufrimiento. El trabajo sobre el cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos no pone la atención en absoluto en los placeres ni las posesiones. Estas cosas no son ni buenas ni malas. Por el contrario, el cuarto aspecto del entrenamiento del aprendiz nos hace trabajar sobre el apego a estas cosas. En efecto, las causas reales del sufrimiento no están asociadas a las situaciones ni a los objetos sino al apego o rechazo que experimentamos en presencia de estos estímulos exteriores. Demasiado a menudo, atribuimos a las situaciones y a los objetos mucho más poder del que tienen realmente. La causa del sufrimiento está ante todo en nosotros mismos, en el apego que experimentamos.
La práctica y las técnicas propias del cuarto aspecto del entrenamiento del aprendiz nos enseña a encontrar la distancia conveniente en relación a los deseos, placeres, sufrimientos y dolores de la existencia. Asociado al fuego, este cuarto aspecto nos muestra que una aproximación irrespetuosa a la vida provoca quemaduras y que una huida y lejanía de la lumbre nos hace morir de frío. Encontrar la distancia óptima aquí es esencial. Esta distancia ideal está determinada por el desapego. Tomamos lo que la vida nos ofrece, pero no retenemos nada.

La meditación sobre la condición del sufrimiento del modo de vida egótico nos conduce a un compromiso más franco en la vía de la iniciación. La consciencia del sufrimiento nos empuja a trabajar y producimos así el calor interno sin el cual no es posible hacer cosa alguna en el sendero espiritual. Este calor es la energía de la compasión y el amor. El sufrimiento nos ha tocado profundamente. Estamos dispuestos a trabajar para vencer en nosotros mismos lo que puede ser fuente de sufrimiento para nosotros y para los demás. Y esta disposición es el amor. El primer aspecto del trabajo del aprendiz nos hace descubrir la solidez de la tierra, el segundo aspecto nos conduce hacia la percepción de la fluidez asociada al agua, el tercer aspecto manifiesta la inaprensibilidad del aire y la interdependencia entre todas las cosas. El cuarto aspecto del trabajo del aprendiz nos ofrece compartir el calor compasivo del fuego.

Desde luego, este calor compasivo del fuego está encarnado también por el instructor. Si el aprendiz adopta durante el ritual una distancia incorrecta, el fuego puede quemarle o puede sentir frío. Una proximidad demasiado arrogante y con falta de humildad desencadenará necesariamente un sufrimiento, una quemadura. El instructor será percibido entonces con un aspecto fulminante. Al contrario, una distancia huidiza e indiferente helará la situación. Es probable que en este tipo de situación, el instructor renuncie a la celebración del ritual. Por el contrario, cuando el aprendiz encuentra la distancia correcta, experimenta calor y respeto. Siente que algo se le ofrece, algo que comparte plenamente su condición humana y los sufrimientos asociados a su historia personal. Tras una dulzura extrema, experimenta una firmeza que impone el respeto; o bien, tras una gran firmeza, siente una dulzura discreta pero de una potencia enorme. Así es el fuego interior que el cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos, despierta en quien lo practica.

Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

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