martes, 4 de mayo de 2010

La evidencia de la Gracia

La primera práctica del entrenamiento en cinco puntos, descansa sobre este principio simple e indiscutible: Estamos vivos. A primera vista, puede parecer extremadamente simplista fundar una práctica espiritual sobre una evidencia así. En el fondo, sabemos muy bien que estamos vivos y no vemos cómo podríamos profundizar más en esta verdad que parece obvia. “De acuerdo, estoy vivo. ¿Y qué?”.

Sin embargo, a través de la meditación frecuente de esta idea : estamos vivos y conscientes de ello; esta cuestión puede conducir a numerosas realizaciones interiores.

El hecho de estar vivo es sin duda el misterio más grande y debemos apreciar profundamente el carácter raro y precioso de nuestra existencia. Hemos venido al mundo, nuestro corazón late y somos conscientes de estar en vida. Es absolutamente extraordinario. Tenemos ojos para ver, orejas para oír, pies para caminar y una boca para comer. Todo ésto es infinitamente bueno. Estas cosas que damos por sentado son realmente maravillosas. Por eso, la meditación sobre el hecho de estar en vida nos conduce a descubrir la Gracia evidente y ordinaria que nos acompaña en cada segundo.

La existencia humana es extraordinariamente ordinaria. El que podamos ver y oír es extraordinario. El que podamos respirar y pensar es del todo milagroso. No hay que esperar a la manifestación de los estados superiores de la conciencia, para darse cuenta de la extraordinaria sabiduría que preside en el simple hecho de estar vivo. Todo en nuestra existencia natural es de una precisión inaudita. Nuestro metabolismo, los órganos de la percepción, las diferentes funciones de nuestro cuerpo y de nuestra psique; más aún, la naturaleza que nos rodea, el aire que respiramos y que parece tan perfectamente concebido para mantenernos en vida, el agua que bebemos, la boca que nos permite beberla y el conjunto de nuestro sistema corporal de asimilación; todo ésto es realmente extraordinario y milagroso. Y el más grande de los milagros, es que podamos darnos cuenta y ser conscientes de estas maravillas.

La primera práctica del entrenamiento en cinco puntos está ligada a la tierra. No se trata de lanzarse a grandes especulaciones metafísicas, sino de mirar simplemente en qué se basa nuestra existencia. La tierra sobre la que estamos es fundamentalmente buena y generosa. El aire no rehuye a nuestros pulmones ni el sol a nuestra mirada. Todo está abierto y disponible. Al mismo tiempo, el hecho de estar en vida es extremadamente concreto. No se trata de mirar hacia el cielo en busca de milagros y maravillas, porque lo milagroso y lo maravilloso están ahí, en cada momento.

En el fondo, estamos llevados por la Gracia. Disponemos de recursos inmensos que se nos abren continuamente. Podemos respirar, beber y comer, y ésto es ciertamente extraordinario y bueno. Pero estamos tan acostumbrados a buscar más y a concentrarnos en lo que nos falta, que olvidamos lo que ya está ahí.
Ya no vemos el milagro de nuestra existencia y la bondad fundamental que nos mantiene vivos. Sólo cuando estas cosas simples llegan a faltarnos, nos damos cuenta de su inestimable valor. El primer grado del entrenamiento en cinco puntos nos devuelve a la simplicidad de nuestra existencia. Vemos y es maravilloso, sentimos y es fantástico, pensamos y es milagroso. En todo esto hay algo bueno, sólido y concreto que el primer grado del entrenamiento en cinco puntos se encarga de hacernos reencontrar ya de manera consciente. El carácter abierto de las cosas más simples de la vida nos devuelve confianza. El mundo no es nuestro enemigo y tampoco tenemos que conquistarlo. Al contrario, se abre plenamente a nosotros. Nos ofrece aire que respirar y alimento que comer. Si el aire o el alimento llegan a faltar, algo perturba el equilibrio naturalmente bueno de la existencia. Y así, al redescubrir las cualidades simples de la vida, nos descubrimos rodeados de Gracia y sostenidos firmemente por una tierra que inspira confianza y apertura.

Para muchos, la mera meditación sobre este principio del carácter precioso y milagroso de la vida no basta para extraer totalmente de él todas las potencialidades. Estamos tan acostumbrados a quejarnos de ésto o de aquello, que nos olvidamos de considerar las cosas simples que nos rodean en su justo valor, así como la vida misma, que nos hace respirar, hablar, ver, oír y amar. Por tanto, puede ser necesario, cuando se desea realizar plenamente esta conciencia del milagro de estar vivo, recurrir a técnicas más precisas y rigurosas. Así, se le puede proponer al aprendiz participar en una práctica de una semana enteramente dedicada a este principio de la apreciación de estar vivo. Ahora bien, para apreciar realmente algo, a veces puede ser útil ser privado de ello. Así, aquel que se alimenta poco o hace un ayuno, toma mejor conciencia de la gracia que supone poder satisfacer su hambre en la vida cotidiana. Si su sueño, durante la práctica, se corta o perturba, entonces tomará conciencia de la gracia simple y evidente que recibe cuando puede dormir regularmente. Si se le reduce a la inmovilidad, tomará conciencia de la gracia que constituye la posibilidad de movimiento. Si se le mantiene en movimiento, se dará cuenta de la gracia que hay en el hecho de poder reposar, etc. Una práctica de una semana, enteramente centrada en este punto del entrenamiento del aprendiz, puede permitir integrar realmente esta verdad simple de la Gracia natural.
Cuando vuelve a su casa, después de la práctica, el aprendiz ha ganado en fuerza y simplicidad. Aprecia mejor las dádivas de cada instante. Aprecia mejor el hecho de poder comer, dormir, hablar, respirar... Saborea las cosas simples de la existencia y aborda cualquier dificultad a partir de este suelo extremadamente estable de la evidencia de la Gracia.

El objetivo de este texto no es ser exhaustivo y existen muchas más técnicas capaces de desarrollar las potencialidades relacionadas con el primer aspecto del entrenamiento en cinco puntos. Las cualidades generadas por este trabajo sobre la evidencia de la Gracia son las siguientes: Estabilidad, solidez, Fe, sencillez, confianza, presencia, alegría, paciencia, generosidad y apertura.
El aprendiz reconocerá estas cualidades en el instructor, y más concretamente en el momento de celebrar el ritual de aprendiz. En esta ocasión, el instructor da una impresión de gran fuerza y extraordinaria estabilidad. Su actitud parece conectada a la tierra y estar desprovista de toda indecisión. Antes, durante y tras el ritual, el instructor no se pregunta si llegará a encarnar o no el principio espiritual que debe comunicar. No se plantea si el aprendiz va a realizar o no la experiencia de la naturaleza fundamental del espíritu. El instructor no se preocupa de ninguna cuestión y actúa sin el menor atisbo de duda o indecisión. En éste sentido, emana de todo su ser una impresión de fuerza y solidez. Encarna la Fe. Igual que cuándo respiramos no tenemos ninguna duda de que el aire que respiramos está bien ahí, así, cuándo celebra el ritual, el instructor no tiene ninguna duda respecto a la efectividad de la Presencia. Esta ausencia de indecisión da a la situación una potencia excepcional. El instructor no se da la vuelta sobre sí mismo para comprobarse. No se pregunta si va a funcionar o no. Se contenta con estar ahí simplemente, tan sólido como la tierra. Esta actitud espontánea y natural, estable como el elemento tierra, comunica al aprendiz una impresión de potencia y de Fe. Provoca una situación de la que las palabras solo pueden rendir cuenta muy imperfectamente.


Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo Salado en Axis.

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