domingo, 30 de mayo de 2010

La renuncia y la aceptación

El tercer aspecto del entrenamiento en cinco puntos se refiere a la noción de inaprensibilidad. Así como el aire es inaprensible e invisible, la naturaleza esencial de todo es igualmente inasequible al mental, más allá de toda aprehensión. La meditación sobre la vacuidad y la inaprensibilidad de todas las cosas constituye la base práctica de este tercer aspecto del trabajo del aprendiz.
Este aspecto del trabajo interior se relaciona con el aire. Símbolo de movilidad y de comunicación, el aire es una representación general del espacio. La meditación de la incognoscibilidad debe llevar al aprendiz a concebirse como parte del espacio más que como entidad separada de su medio ambiente. Si reflexiona profundamente en todos los elementos que lo constituyen, el aprendiz descubrirá que es el producto puro del espacio y que no tiene ninguna realidad personal. Su cuerpo es producto del exterior, su pensamiento es producto de un aprendizaje importado en su sistema y no tiene ninguna realidad independiente del resto del mundo. Todo está en relación con todo y la idea de un yo separado del universo es una simple impresión del espíritu. Este aspecto de lo real nos responsabiliza y nos hace comprender que no estamos solos en el mundo. Nuestras acciones, pensamientos y emociones tienen consecuencias sobre todo lo real. Generando un gran sentido de la responsabilidad, esta meditación va más lejos aún, volviendo a poner en cuestión la idea misma de una existencia separada e independiente. Sin las estrellas, yo no existiría. Sin el sol, no existiría. Sin la tierra, el agua, el fuego y el aire, yo no existiría.
Sin mi padre, mi madre, mis amigos, la sociedad y toda la humanidad, yo no existiría. Yo mismo, como entidad independiente del universo, no tengo existencia alguna. He aprendido a andar viendo andar a los demás, a hablar viendo hablar a los otros. Si hubiera crecido entre lobos, no sabría caminar, pensar ni hablar. Todo lo que soy me ha sido comunicado por el espacio exterior. En estas condiciones, hablar de una liberación personal es una aberración. No puedo ser libre si el resto del universo queda prisionero. La profundidad de esta meditación debe conducir al aprendiz a la renuncia total a los frutos de su práctica. La liberación personal es un mito y el ego no puede esperar liberarse. Debe ocurrir una renuncia total a este sueño infantil del materialismo espiritual, gracias a las prácticas y técnicas propias de este aspecto del trabajo del aprendiz. Debe despedirse definitivamente de las falsas esperanzas de liberación y de las promesas de Luz. Porque en el camino de la iniciación, no hay ninguna promesa al ego y ninguna esperanza le es dada. Sin embargo, la renuncia solo es posible en la medida en que el principio de inaprensibilidad ha sido perfectamente integrado. El yo es una noción inaprensible en el sentido en que no existe nada como un ego susceptible de vivir independientemente del resto del universo. El aire es el espacio comunicacional que da coherencia al Todo. No hay ninguna realidad independiente y la misma naturaleza del Todo es incognoscible e impalpable. Así pues, el aprendiz es conducido a la renuncia por una comprensión muy clara de la naturaleza vacía del yo. No le basta afirmar alto y fuertemente que el viejo hombre es impotente para hacer algo para liberarse. En efecto, la experiencia muestra que en detrimento de esas bellas afirmaciones, el alumno sigue sugestionándose de una posibilidad de liberación personal, incluso después de años de práctica. Por eso conviene tanto vivir profundamente esta verdad de la ausencia de promesas y esperanzas para los valores del ego. Éste no puede ser liberado ni salvado, muy simplemente porque no tiene realidad objetiva. Además, el aprendiz no está conducido solamente a renunciar a la liberación personal, sino que también toma conciencia de la necesidad de participar en el mundo y contribuir con el servicio desinteresado a la liberación de todos sus hermanos humanos. Sintiéndose responsable y solidario con el mundo, el aprendiz renuncia a trabajar para sí mismo y orienta la intención de su búsqueda hacia el bien de todos los seres vivos, en un paso caracterizado por una total ausencia de expectativa personal de recompensa espiritual.

Un aspecto no despreciable del trabajo de este nivel está constituido por la comprensión muy completa del carácter abierto e incognoscible de todo. Una comprensión bien clara de este principio conduce a la renuncia completa de las pretensiones espirituales del yo, que no puede ni saber, ni captar lo real por lo retorcido de sus proyecciones mentales. Esta incognoscibilidad es plenamente aceptada como parte de la naturaleza de la realidad. Si el trabajo de este nivel se sigue con total seriedad, desemboca necesariamente en la renuncia a quien renuncia y a la incognoscibilidad de quien acepta la incognoscibilidad. El yo reencuentra entonces su naturaleza esencial, que es espacio puro, pura vacuidad.

A cada instante creamos nuestra realidad, cuando se trata a lo sumo de una de las posibles percepciones de una parte de la realidad. Mientras nos enganchamos a nuestra idea de la realidad, no podemos comprender el carácter altamente incognoscible y mágico de lo real. Por eso, es importante meditar sobre este aspecto inasequible e invisible del aire, del espacio, del vacío, de lo real. Imaginad por un momento, que nuestros ojos pudieran percibir otras frecuencias de la luz. Los rayos X, por ejemplo. El mundo exterior nos parecería entonces muy distinto, nos sumergeríamos en un universo translúcido, donde todas las cosas se superpondrían, por transparencia; más o menos como sonidos musicales que se mezclan. Imaginad este entorno. Todo ahí sería diferente, nuestros hábitos, nuestro comportamiento, nuestra personalidad, modificaría a toda nuestra existencia profundamente. Viviríamos otra realidad y sin embargo, se trataría siempre del mismo mundo, el que existe aquí mismo, en el momento en que escribo; solo nuestra relación con el mundo habría cambiado. Es muy necesario comprender que lo real no se para ahí donde dejamos de percibirlo. Lo que nos muestran nuestros ojos, solo son nuestros límites, no los de la realidad. Si desplazamos o si abrimos estos límites, nuestros límites, nuestra conciencia, nuestra vivencia de la realidad se transforman totalmente. En este ejemplo de los rayos X, se trata de nuestros límites fisiológicos, que pueden superarse con instrumentos ópticos, pero cuya apertura no se realiza verdaderamente en nuestra vivencia cotidiana, seguramente porque los instrumentos que la producen no nos acompañan en cada momento, pero sobre todo porque esos instrumentos son ampliaciones para el ojo, que en sí mismo es un instrumento y que este conjunto instrumental está al servicio de un espíritu que tiene también sus límites: límites culturales, racionales... Es éste el nivel al que deben abrirse nuestros límites, para cambiar radicalmente nuestra conciencia de lo real. Estos límites, cuando nos son comunes, son extremadamente útiles, porque mantienen nuestras conciencias en simbiosis, al mismo nivel de lectura de lo real. Así, viviendo unos y otros la misma interpretación del mundo, podemos encontrarnos en ella, comunicarnos, intercambiar informaciones, actuar juntos, fabricar un lenguaje, una cultura. Lenguaje y cultura que, de rebote, fabrican nuestros límites. Los límites engendran lo que les engendra, el sistema se muerde la cola, el ciclo se recicla y gira... Así, cada día nos despertamos en la misma realidad que el día anterior. Esta cosa es como esto y se llama así, esta otra es como eso y se llama “asá”. Es sólido y concreto. Pero el trabajo del tercer aspecto del entrenamiento en cinco puntos hace saltar esas seguridades. En la conciencia ordinaria, pagamos cara esa comodidad, porque mientras mantenemos esta realidad, esta realidad nos mantiene en ella y estamos sujetos a ella, hasta el punto que olvidamos que esta realidad usual solo es la parte visible del iceberg, que forma parte de una realidad infinitamente más vasta que no se queda donde dejamos de percibirla y comprenderla. Entonces, olvidando esta totalidad, somos llevados a negar todo lo que no entre en nuestros límites y sobre todo, todo lo que podría sacudirlos, sacudirnos. Necesitamos defender nuestro territorio contra todas las “imposibilidades” molestas que se encuentran al otro lado y que buscan infiltrarse por las grietas de nuestro razonamiento, abriendo las puertas de nuestras paradojas, para llegar a introducir el caos en nuestro pequeño rincón de realidad tan bien ordenado. A cada instante creamos nuestra realidad y sobre todo, nos las arreglamos para REcrear la MISMA realidad, ésto, con el fin de mantener esos límites aseguradores, mantener nuestra realidad. En el fondo, el espacio nos aterroriza y buscamos protegernos. Para ello disponemos de una cantidad de “trucos” y “sistemas” que nos sirven para acomodar y asimilar lo real. El trabajo del tercer principio del entrenamiento en cinco puntos, pone la atención pues, tanto en la meditación de esos trucos, como en sacarlos a la luz.

El simbolismo del aire en este grado, evoca también la noción de transparencia. Se trata de encontrar directamente lo real, sin ninguna proyección del mental y sus puntos de referencia. Es cierto que no se trata en este estado de un Despertar total. Sin embargo, el trabajo realizado a este nivel permite descubrir un espacio empírico portador de las cualidades del Despertar e inductor de clarividencia.
El tercer punto permite pues despertar las siguientes potencialidades: transparencia, responsabilidad, incognoscibilidad, inasequibilidad, movilidad y apertura de los moldes conceptuales, capacidad de confundimiento y unidad, vastedad y espacio, renuncia al yo y aceptación profunda de ser solidario con lo real. Aceptación de lo que es.

Al nivel del ritual, este aspecto de la práctica está también encarnado por el instructor y puede expresarse de modos muy variados. El aprendiz tiene la impresión constante de ser percibido desde el interior. No deja de estar contrariado en su voluntad de apego y le parece que el instructor se mueve en un registro totalmente distinto al suyo, como si se situase según la perspectiva de otra realidad. El misterio y la magia que se siente tras el funcionamiento mental del instructor forman parte de este tercer aspecto del entrenamiento en cinco puntos. Para el aprendiz, ésto produce una sensación difusa de amenaza para sus esquemas mentales. Un miedo inexplicable le sacude por momentos. Se siente desnudo, completamente a la vista. El instructor está en posesión de los puntos de referencia del aprendiz, y los usa mucho mejor aun que el aprendiz mismo. Por el contrario, ningún punto de referencia parece convenir para el instructor que permanece incognoscible, lo cual pone al aprendiz en una posición bastante delicada. En este estado, el aprendiz se siente ciertamente muy vulnerable.


Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

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