viernes, 26 de febrero de 2010

3ª joya: La joya de la asimilación


La tercera joya del aprendizaje pone de relieve el modo con el que acogemos una verdad. Lo más frecuente es que no demos tiempo a una verdad de hacer en nosotros su camino. Apenas descubierto, un tesoro debe dejar paso a otro. Sin pausa, buscamos cualquier otra cosa que satisfaga nuestra necesidad, nuestro apetito de novedad.

Pero procediendo de esta manera, impedimos que las cosas maduren en nuestra tierra interior. ¿Cuántas verdades simples y realmente transformadoras hemos dejado pasar así, en provecho de un nuevo libro o de un cursillo de moda?

Por haber encontrado una información, creemos haberla asimilado. Y desde el momento en que algo llega a nuestros oídos, lo consideramos adquirido y pasamos a otra distracción. Sin embargo, es muy importante ir al corazón de las cosas, profundizar en ellas realmente. Así, este texto puede ser leído y olvidado, sin que ninguna de las siete joyas haya sido experimentada. A pesar de ello, incluso las verdades más simples pueden renovarnos, cuando nos tomamos el cuidado de madurarlas bien. En el fondo, el camino solo está compuesto por esas verdades desnudas y despojadas, que no nos liberan sino una vez maduradas al fuego de la experiencia. Podría resumirse en pequeñas frases anodinas, cuya fuerza se nos escaparía; tan ocupados estamos en buscar satisfacer nuestro apetito desmesurado.

Un viejo cuento indio cuenta que existe una variedad de ostras que producen perlas de calidad excepcional. Esta ostra sube a la superficie del océano una vez cada siglo, para recibir ahí la irradiación de una estrella lejana. Gracias al resplandor de esta estrella, las perlas producidas tienen un brillo tan singular. Una vez que la ostra ha recibido la radiación, vuelve a bajar a las profundidades oceánicas. Allí, durante cien años, madura la influencia de la estrella hasta que produce, pacientemente, la perla de brillos celestiales.

Tal debe ser el modo en que nos hace falta aprender. Cuando recibamos algo, de lo cual experimentemos toda su importancia, debemos permitirle madurar. La ostra del cuento no sube sin cesar a la superficie. Qué perla produciría en unas condiciones de vida tan agitadas?

Ciertas escuelas espirituales gnósticas hacían trabajar la segunda y la tercera joya introduciendo en su instrucción un largo rato de silencio. Acostumbrado a un instructor común, el alumno constata entonces, hasta qué punto puede ser dependiente, esperando continuamente una ayuda exterior (segunda joya). Además, se da cuenta de la relación consumista que mantiene con el instructor. La cantidad prevalece sobre la calidad? Lo nuevo, siempre lo nuevo. Siempre más enseñanzas y siempre menos asimilación profunda (tercera joya). Este largo período de silencio, también supone para el estudiante, una ocasión excepcional de tomar conciencia de la actitud superficial cultivada respecto a las enseñanzas espirituales. Qué potente herramienta de enseñanza es el silencio! Está el silencio de prueba, pedido por ciertas escuelas a sus estudiantes, pero la escuela puede igualmente hacerse silenciosa, y Dios parecer sordo a nuestras demandas. No obstante, no hay silencio que no sea elocuente...

En los supermercados del alma, estamos en busca del nuevo libro, del nuevo rito, de la nueva iniciación, de la nueva instrucción. Y como pasamos corriendo ante los escaparates, nuestra relación con el “producto” solo puede ser superficial. A pesar de ello, lo importante no es leer sino más bien releer. Lo esencial no es correr detrás de nuevas técnicas, sino practicar regularmente las que hemos aprendido. Es fundamental no pasar continuamente de una verdad a otra. A veces basta con sólo una pequeñez para transformarnos para siempre, a poco que la apreciemos profundamente. Si nos da miedo aburrirnos ¡Es porque la vía solo es para nosotros un pasatiempos!

Original de Jean-Luc Colnot.
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

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