-->
Tratamos aquí las puertas de la presencia espontánea del Corazón y en absoluto es casual.
Ciertamente, Ala al-Dawlah distingue en el corazón siete desarrollos sucesivos en los diferentes colores y en los niveles especificos de profundización espiritual. También, la tradición china establece una relación directa entre las siete estrellas de la Gran Osa por una parte y las siete aperturas de otro lado. Más recientemente, Yves Albert Dauge distinguía las siete llamas, las siete potencias del corazón. Siete y no ocho.
Pero aquí, el corazón está relacionado con la cifra ocho más que con el siete. Y además, es oportuno señalar que la relación entre el ocho y el corazón es extremadamente frecuente en la mayoría de las tradiciones, vengan de Occidente o de Oriente.
El sol, que es al macrocosmos lo que el Corazón Espiritual es al hombre, se representó muy a menudo bajo su forma hermética, con rayos rectos y ondulados, en conjunto de ocho, o un múltiplo de ocho. ¿Porqué ocho rayos? Porque el sol interior, el Cristo interior es el poder de vida del Nuevo Hombre.
El número ocho expresa el primer día que sucede a la semana precedente (7+1) y corresponde numéricamente a la letra héta del alfabeto griego y a la letra heth
ח del
alfabeto
hebreo. Ahora bien, el nombre de la letra heth
ח en hebreo se escribe חית y una permutación de sus letras ofrece
חתי que significa nacer de nuevo. Además hay que remarcar que Jesús, el arquetipo del renacimiento y la resurrección, lleva en su nombre griego la expresión perfecta del renacimiento: Jesous: Iota (10)+ héta (8)+ sigma (200)+ omicron (70)+ epsilon (400)+ Sigma (200)= 888.
El numero ocho, el octógono, es un número mediador entre el cielo y la tierra. Conocemos toda la importancia del ocho a través de las construcciones templarias y no ignoramos que los baptisterios octogonales abundan en nuestra arquitectura sagrada. Ocho es el número de los radios de la rueda celta, igual que la Rueda del Dharma. También el de los pétalos del loto y de los senderos de la vía. Jesús abre su sermón de la montaña con las ocho bienaventuranzas que llevan hacia la visión del corazón. Y notaremos que en el árbol sefirótico, Tifereth, que encarna el Corazón Espiritual, está situada en la encrucijada de ocho senderos. No cabe duda, el ocho está relacionado con el renacimiento y el Corazón. Por esta razón se habla de las ocho presencias espontáneas del Corazón, el cual constituye la verdadera puerta de entrada a la Comunidad de la Luz o Ekklesia, como hizo notar el sabio: “La entrada de esta escuela está en nosotros mismos; pero solo encontramos la puerta cuando estamos maduros, es decir cuando hemos concebido la verdadera base de la humildad” (D'Eckartshausen).
La práctica de las ocho puertas de la presencia espontánea realmente no se enseña. No se puede acercar más que acercándola el que la pone en práctica. Cada puerta tiene un color, una letra, un órgano, una respiración. Sin embargo, lo esencial de la puerta no está en la práctica elaborada sino en la misma puerta. Para poder practicar las ocho puertas de la presencia espontánea, es necesario haber recibido la transmisión de la misma. Esta transmisión obra por comunicación de sabor, porque no se puede practicar ninguna de estas ocho puertas sin estar al alcance de su sabor.
Las ocho puertas son ocho medios, ocho sabores que encarnan la presencia aquí y ahora. Multiplican la magia del toque del ser, de un modo totalmente inconcebible. Es una práctica que usan los instructores en sí mismos durante las prácticas, para hacer circular la energía del despertar y hacerla palpable, por así decirlo, a través de un sabor singular. Pero para poder poner en marcha este medio mágico, la base de la práctica debe empezar necesariamente con la manifestacion de ese sabor espontáneo, sin el cual, la presencia no sería ya la presencia espontánea del corazón. Se constata pues que el sabor ontológico aquí no es creado; está profundizado, distribuido y amplificado por la acción del cuerpo de gloria.
Las ocho puertas de la presencia espontánea son:
1)
La puerta del cuerpo: Regreso a los sentidos porque se arraigan en el instante. Vuelvo a mi cuerpo, a sus movimientos, a sus percepciones, a su respiración. Resucitado a esto. Presencia espontánea.
2)
La puerta del Amor: Vuelvo a la compasión que siento por quienes me rodean, me abro a su deseo de Despertar, experimento esta ternura que hay de saberos en camino, siento la unidad, la Ekklesia, el hecho que compartimos. Descubro la bondad del universo para conmigo. Me da el aire, la luz, un suelo donde poner los pies... No me rechaza nada, está abierto. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
3)
La puerta del silencio: Retorno a la no discursividad exterior, interior y secreta. Soy puro silencio. Nada sé. Nada es intrínsecamente existente. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
4)
La puerta de la luz: Vuelvo a la calidad luminosa y espaciosa de lo que es. Todo brilla. Todas las apariencias revelan esta luz, esta presencia de consciencia. ¡Está por todos lados! Es la sabiduría que preside a todos los fenómenos. Todo es extraordinariamente preciso, totalmente en su lugar. Todo funciona con una enorme, una insuperable sabiduría. La tierra gira, el pájaro canta, el árbol brota. Es luminoso. Vuelvo a la sabiduría que hay detrás de todo ésto. La sabiduría despierta está en todo lugar. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
5)
La puerta no dual: No hay yo y los otros, el bien y el mal, el despertar y la confusión, el absoluto y lo relativo, lo finito y lo infinito, el Ser y el ego. Viendo eso, resucitado a ésto: Presencia espontánea.
6)
La puerta del desapego: La situación es la situación. No es mía. No se centra en mí y no está hecha para obedecerme. No tengo que decir sí, no tengo que decir no. Ni rechazo ni adopto. Rendido a ésto: Presencia espontánea.
7)
La puerta más allá del tiempo: Me doy cuenta de que el pasado y el futuro no existen. No puedo tocarlos. No busco nada ya. Estoy libre de proyectos. No tengo historia. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
8)
La puerta de confusión: Incluso la confusión es una puerta de Despertar. Todos los malos impulsos, todos los obstáculos, todas las carencias, todas las oscuridades se auto-liberan porque veo que emergen de la fuente única. Todo está ya totalmente despierto, incluso la confusión. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
Original de Jean-Luc Colnot.
Traducido por Francisco Hidalgo en Axis.